Las palabras tienen alma, o son tal vez un reflejo de nuestra alma cuando hacemos uso de ellas. Tienen una importancia tan determinante, que por ejemplo la palabra kotodama, en el idioma japonés, se refiere a la creencia en esta cultura sobre el poder que mora en ellas.
Las palabras crean realidades o, tal vez debería decir, crean nuestras propias perspectivas de la realidad; éstas van formando interpretaciones desde nuestro propio punto de vista. Cuando se manifiestan, no hay manera de dar marcha atrás…
Las palabras pueden construir muros o desvanecerlos; pueden ser precisas, ejecutivas o poco claras; pueden crear cimientos hermosos, o pueden manipular, dividir o destruir. . . Sea cual sea su uso siempre generan una consecuencia y desencadenan una reacción emocional.
A veces me pregunto qué tan conscientes somos del uso de ellas, qué tanto las honramos, o si las usamos y creemos que se las lleva el viento…