Nuestros puntos ciegos

No hay nada nuevo en decir que vivimos en un tiempo caracterizado por un exceso en la comunicación, en la información y el consumo de la misma. La transformación digital ha sin duda fomentado una expansión exponencial de la comunicación; sin embargo, en numerosas ocasiones la comunicación ha sido simplemente degenerada en un acelerado intercambio de información, un proceso de comunicación despersonalizada en donde de alguna manera hemos perdido el sentido del otro y la disposición de escuchar.

Entre todo este exceso, solemos decir que las mentiras fácilmente se convierten en verdades, que las verdades se desvanecen y parece haber un deseo de asimilarlo todo a la misma velocidad en que la información se genera, reduciendo nuestra capacidad de reflexionar, de comprender y de generar nuestra propia experiencia a un mero e ilusorio intercambio ofrecido por las redes sociales -por nombrar un ejemplo. La desorientación se crea fácilmente, resultando muchas veces en un sobre flujo de pasión y agresión basado principalmente en la confusión. La ignorancia no solo emerge por la falta de información, sino también por el exceso de ésta.

Esta híper-comunicación pudiera aparentar que nos permite estar más interconectados, pero tal interconexión no siempre trae consigo un entendimiento o cercanía con el otro; en algunos, o tal vez varios casos resulta lo contrario.

Cuando recibimos datos sobre cómo funcionan o suceden las cosas, usualmente desarrollamos un proceso paralelo para tratar de interpretar lo que sea que estamos recibiendo; solemos construir una especie de mapa. No obstante, entre que recibimos la información y la interpretamos, tendemos a perder de vista algo. . . tenemos una tendencia a exagerar algunos ángulos y no ver otros, constantemente creamos brechas.

Al transitar estos procesos, suelen generarse enormes complejidades, si consideramos también que están vinculados con la calidad no siempre óptima del juicio que acompaña el desarrollo de la interpretación. Y uno de los problemas con la híper-comunicación o con abordar el exceso de información es que parece ser que las brechas fácilmente se profundizan.

Por ello, no vemos las cosas como son; más bien lo que percibimos, si es que percibimos algo, lo vemos de acuerdo con un código o planteamiento particular; solemos matizarlo de acuerdo con nuestra forma y estilo de ver las cosas. Cuando nos aferramos a nuestras propias percepciones o afirmamos que son como las cosas son, solo agrandamos nuestros puntos ciegos, contraemos nuestra habilidad de agudizar nuestra percepción, de ganar cierta claridad.

Para agudizar nuestra percepción y tratar de ganar una visión más amplia necesitamos abrir nuestro pensamiento a algo más de lo que nos han dicho. Necesitamos abrirnos y considerar los puntos vista particulares del otro, además de tiempo para reflexionar, para escuchar y tratar de generar un entendimiento de otras perspectivas. Siempre existe la posibilidad de percibir sin condicionamientos. Siempre existe la posibilidad de reducir o al menos tratar de reducir nuestros puntos ciegos. . .

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