Es común escuchar actualmente que estamos en el proceso de regresar a la normalidad, de crear una nueva normalidad. Sin embargo, muchos de nosotros nos preguntamos qué es lo que significan esas palabras, ya que simplemente no es posible regresar al estatus quo de la pre-pandemia.
El virus ha sido un espejo que ha reflejado las sociedades en las que vivimos; ha trastornado nuestras vidas y ha volcado muchos de nuestros supuestos, hábitos y rutinas. La pandemia ha expuesto llanamente debilidades fundamentales en nuestros sistemas, en nuestro pensamiento como sociedad y, tal vez, hasta en la forma que solíamos llevar a cabo nuestras vidas diarias. Debilidades que de alguna manera nosotros normalizamos. . .
Éste nos ha mostrado cómo de cierta forma estábamos cayendo en un espiral y en algún punto perdimos nuestra consciencia colectiva del bien común. Nos ha recordado la fragilidad de la vida humana, y la naturaleza ilusoria del control que pensamos tener del mundo alrededor de nosotros. El virus ha sido también implacable en exacerbar y ensanchar las muchas desigualdades existentes en nuestro mundo.
El filósofo sudcoreano-alemán Byung-Chul Han afirma que la pandemia no sólo ha expuesto las diferencias sociales latentes, sino también las ha profundizado. “La Covid-19 nos está mostrando que la vulnerabilidad o la mortalidad humana no es democrática, pero depende del estatus social. La muerte no es democrática.”
En una reciente entrevista, el filósofo enfatizó la importancia de la consciencia colectiva, la acción conjunta durante la crisis pandémica -la transcendencia del sentido cívico-; así como también la noción del bien común para reconstruir la economía y lo que puede ser una sociedad más justa y buena. Han describe este momento como el inicio de una nueva era en la cual requerimos reflexionar de manera crítica sobre nuestras preferencias como comunidad.
Y me parece que esta visión más completa de nuestra colectividad, un interés fundamental por los otros en nuestras vidas individuales y comunitarias, debe ser un factor determinante en construir lo que puede ser una nueva etapa para la humanidad o la “nueva normalidad”. Una visión más amplia de nuestro espíritu social, no sólo en términos de las transformaciones necesarias para el surgimiento de una nueva economía, sino también en los cambios significativos en nuestra mentalidad que favorezcan nuevos estilos de vida y patrones de consumo que sean más justos y responsables hacia el planeta y hacia los seres con los que compartimos la única casa en la que habitamos. El virus ha expuesto más que nunca la naturaleza intrínseca de nuestra interdependencia.
Podemos también visualizar la posibilidad de una economía diferente, una que sea más justa para una verdadera prosperidad y que muchos economistas modernos promueven actualmente. Por ejemplo el economista Bruno Roche, en su concepto Economía de la Mutualidad, explica cómo las empresas pueden adoptar una forma responsable y más completa del capitalismo que sea más justa y tenga un mejor desempeño que la mera versión financiera en la que suelen operar ahora. En su tesis, desarrolla tres pilares primordiales para la prosperidad económica: uno de ellos es la naturaleza, cuya integridad debemos preservar; otro son las actividades humanas, las cuales deben florecer para impulsar una creación de valor más holística; y el siguiente, los medios financieros que aseguren nuestras necesidades materiales. Todos ellos con el mismo nivel de consideración.
La pandemia ha abierto conversaciones directas en diferentes escenas. Y tal vez esta pausa de profunda reflexión nos permita reconsiderar aquello que percibíamos como normal, pero pareciera no habernos llevado a ningún lado.
El incómodo sentimiento que puede estar causado este complejo momento contiene un potencial tremendo para la transformación. Es un tesoro de energía que podemos aprehender con ambas manos y usarlo para construir algo mejor.
Haru, es excelente, es una realidad y es una reflexión que no debemos retrasarla más, gracias