Criterios intangibles, como los sentimientos y las emociones, nunca se han pensado para considerarse dentro los indicadores de desempeño de las organizaciones. Temas como la importancia fundamental de la salud mental dentro de la vida de cualquier organización han sido -prácticamente- completamente ignorados.
Sin embargo, algunos indicadores muestran un panorama preocupante que sugieren la necesidad de priorizar y prestar atención a la relevancia del bienestar mental en el lugar de trabajo. De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), más de 300 millones de personas en todo el mundo sufren de depresión, la principal causa de discapacidad, sufriendo varias de ellas síntomas de ansiedad. Un reciente estudio realizado por esta organización estima que los padecimientos de depresión y ansiedad cuestan a la economía global US$1 billón en pérdidas de productividad cada año.
Por otro lado, un reciente informe global sobre las emociones de Gallup ofrece un vistazo del estado emocional mundial, apuntando cómo el estrés, la preocupación, la tristeza y la ira están alcanzando niveles sin precedentes; y cómo las organizaciones están enfrentando una crisis en sus empleados de estrés y desgaste.
Estos indicadores pueden ser una señal de cómo algunos problemas en los lugares de trabajo como son prácticas deficientes de gestión y comunicación, falta de claridad en las metas, ambientes tóxicos, largas e inflexibles horas de trabajo, la demanda por la inmediatez, entre muchos otros, parecen ser un riesgo que afecta no sólo al bienestar mental de los empleados, sino también y subsecuentemente al balance final de las organizaciones.
A pesar de que cada vez hay más sensibilización sobre la importancia del bienestar y vemos más organizaciones con programas alrededor de ello, la mayoría de ellos se enfoca primordialmente en el lado físico, enfatizando temas como la nutrición, lo crucial de dormir adecuada y suficientemente, así como el ejercicio; y si bien el vínculo entre el bienestar físico y mental es innegable, parecen ser necesarias acciones más específicas para cuidar mejor la salud mental en los lugares de trabajo.
La OMS aconseja que las intervenciones en salud mental deben ser parte de una estrategia integrada de salud y bienestar y ha llevado a cabo investigaciones sobre el costo-beneficio de dirigir aspectos de la salud mental hacia el beneficio neto, estimando en un estudio reciente que por cada US$1 invertido en programas de salud mental dentro de las organizaciones, hay un retorno de US$4 en un mejoramiento de la salud y la productividad.
Éste parece ser un tema complejo y que va en aumento y necesita no sólo de sensibilización, sino de abordarlo de forma más integral estableciendo estrategias en diferentes niveles:
- A nivel de políticas públicas: desarrollar legislación gubernamental adecuada para logar lugares de trabajo sanos, como recientemente destacó el Foro Económico Mundial. Podemos conocer lo que países como el Reino Unido han hecho al respecto. (Parte 2)
- A nivel organizacional: aprender de las organizaciones que han realizado acciones para promover la salud mental de sus empleados. (Parte3)
- A nivel individual: desarrollar nuestros propios hábitos que permitan enfocarnos y dedicarnos más efectivamente a nuestra salud mental. (Parte 4)