Kintsugi

Palabras que expresan conceptos

Todos desarrollamos cicatrices a lo largo de nuestras vidas, pero tener fracturas o heridas no es algo malo; es parte de estar vivos. Cuando estamos hechos pedazos, la posibilidad de reparar nuestras piezas rotas está siempre presente; las cicatrices de estas heridas pueden ser el nacimiento de algo nuevo.

Cuando todo se tambalea y nada parece estar funcionando, podemos encontrarnos en un lugar muy vulnerable, que puede llevarnos ya sea a cerrarnos y sentir resentimiento, o bien, a adentrarnos en nuestra palpitante fragilidad. Podemos atravesar situaciones así porque estamos enfrentando alguna enfermedad, la muerte, porque estamos experimentado una sensación de pérdida o por algún tipo de trauma, o tal vez, porque nuestro niño interior necesita ser sanado.

Cuando las cosas se desmoronan, podemos sentir que estamos perdiendo el control y que ya no somos capaces de mantener lo que solía ser. Nuestro sentido de identidad puede estar siendo erosionado por eventos que no podemos evitar. Podemos sentirnos perdidos como si todo estuviera desintegrándose. Nuestra vida se puede volver estrecha y temerosa cuando tratamos de protegernos a nosotros mismos. No obstante, cuanto más nos contraemos, más estrés y tensión llena nuestro mundo, sintiéndonos inseguros y temerosos al cambio; encontrando menos margen para movernos, menos tiempo, menos libertad, menos espacio personal.

Aferrarnos en situaciones así no parece ser la respuesta, así como tampoco lo es anestesiarnos para encubrir la realidad que estamos experimentando; más bien podemos escoger audazmente comenzar a abrir y liberar la tendencia a contraer, a sentir miedo. Cuando nos contraemos, perdemos nuestra relación con la innata espaciosidad presente en todos nosotros. Si podemos abrirnos y tocar esa palpitante fragilidad, podemos darnos cuenta que estamos al borde de algo nuevo.

Tocar nuestra fragilidad, poder permanecer con un corazón roto, con un sentimiento de desesperanza puede ser el camino para sanarnos. En este proceso, no debemos temer a quebrarnos, por estigmatizado que esté en nuestra sociedad, pues este desmoronamiento puede liberarnos de lo que vemos como la solidez de un pasado, de estar atrapados en una historia que creemos fija.

Al introducirnos en este camino podemos sentir una gran desolación. Podemos sentir un intenso dolor y tristeza, mientras lamentamos la pérdida de la seguridad pasada y los sueños de una vida que percibíamos como estable. Y así, en este lugar podemos enfrentarnos a algo en nosotros mismos que hemos dejado sin abordar, a lo cual debemos encarar abiertamente, rindiéndonos a su realidad. Lo que puede ser una herida profunda de la niñez, nuestra transitoriedad, nuestra soledad. Podemos encontrar algo a lo que hemos estado aferrándonos y necesitamos finalmente soltar; la pérdida de un ser amado, un sueño, un ideal.

En este trayecto, debemos sentir un gran respeto por lo que estamos pasando, apreciando los tiempos de transición, de muerte, de transformación. La liberación viene cuando somos capaces de tocar lo profundo de nuestro dolor, permitiéndonos rendirnos y reemerger transformados. A través de este proceso de sanarnos, un sentido de uno mismo más sano, más flexible, más fluido y permeable puede comenzar a emerger; así como una pieza del arte Kintsugi es recreada.

Kintsugi es una palabra japonesa que se traduce literalmente como “reparar con oro”. Es un arte centenario que une las piezas de una cerámica rota con oro, basada en la idea que, al aceptar las imperfecciones y los defectos, puedes crear una pieza de arte más bella, más fuerte. Es parte de una filosofía más amplia de acoger la belleza de las imperfecciones humanas. Kintsugi nos enseña la posibilidad de superar la adversidad, de aceptar nuestra fragilidad humana y nos recuerda que nunca nada permanece para siempre.

Entonces, cuando estemos rotos y decidamos reparar nuestros fragmentos, peguémoslos con el oro de la bondad amorosa hacía uno mismo; reemplazando nuestros conceptos heridos de nosotros mismos, por unos más sanos, más amorosos, de más auto aceptación. En este proceso, podemos ciertamente despertar hacia una actitud más compasiva hacia nuestro propio dolor y reconocer aquel del otro.

Deja un comentario