El siguiente texto fue escrito al concluir la experiencia de haber manejado por ocho años una aceleradora internacional de empresas de base tecnológica, donde más de 600 empresas participaron en procesos de apertura hacia nuevos mercados.
A veces nos enfocamos tanto en el resultado que queremos llegar, que es común que perdamos atención en el trayecto por el cual transitamos para buscar ese resultado. Cuando, en realidad, el trabajo que vamos ejecutando día con día en ese recorrido, es el que no sólo va conformando los procesos que permitirán cultivar cualquier logro; sino también expresiones enteras de los individuos involucrados en el mismo. . . La suma de estas expresiones es lo que va creando los ambientes que se vuelven críticos en los procesos de apertura de cualquier empresa u organización; sea el caminar hacia nuevos mercados, crear nuevos productos o simplemente llegar al siguiente hito del crecimiento.
A lo largo del viaje de mi trabajo con diferentes empresas, he visto una nueva energía de empresarios que han creado sus propios micro-ecosistemas, donde la dinámica de éstos pueden ser un diferenciador clave no sólo en la velocidad de la marcha hacia un nuevo proceso de apertura, sino también en el cómo.
Cuando una empresa está pasando por un proceso de este tipo, como puede ser -por ejemplo- la internacionalización, he observado tres factores que me parece resultan fundamentales en este camino:
El primero es el entendimiento, que es el poder de comprender lo que esta transformación implica tanto al exterior como al interior de la empresa. Tan importante es definir el nuevo mercado a abordar, el problema a resolver, si éste es el correcto, las estrategias para llegar a éste; como lo es, entender los procesos de cambio, de aprendizaje por los cuales tendrá que pasar la organización internamente; así como las implicaciones para el grupo de individuos involucrados en éste.
El segundo es la pasión, que para mí no es más que el espíritu que nos mueve a lograr lo que buscamos. Cuando en las empresas se comparte esa pasión y hay corresponsabilidad en buscar el logro, se crea una energía colectiva que hará más probable no sólo lograr el resultado, sino también disfrutar el trayecto al mismo.
Y el tercero es el no aferrarse a las metas. Cuando decidimos abrirnos a nuevos horizontes, los planes, las rutas se vuelven entidades vivas. Cada paso en esta fase se convierte en una experiencia, un aprendizaje, que si lo sabemos absorber, nos irá moldeando la meta que nos habíamos fijado. Entender que éste es un proceso vivo, nos da la libertad de crear.
También he observado que en esta nueva generación de empresarios, hay una consciencia más amplia del efecto cascada que su micro-ecosistema puede tener al impactar entornos más amplios. Esto está abriendo esquemas más colaborativos, con una visión más profunda de la huella que una empresa puede dejar en su comunidad.