La gratitud se ha vuelto un concepto enormemente popular. A través de innumerables estudios, científicos e investigadores han analizado la relación entre la gratitud y el bienestar.
Por ejemplo, el Dr. Robert Emmons de la Universidad de California en Davis, una autoridad mundial en el tema, ha encontrado en su extenso trabajo de investigación como ésta mejora nuestra salud física y mental, incluyendo beneficios que van desde la disminución del estrés y la depresión, hasta ayudar a tener relaciones más satisfactorias, mejorar el sueño y favorecer nuestra resiliencia, entre otros. El Dr. Emmons la define como una afirmación de bondad cuya fuente está fuera de nosotros y afirma que cultivarla puede guiarnos hacia estados más significativos y una mejor salud.
Sin embargo, su popularidad también ha desviado el concepto hacía un ángulo meramente mercadológico y un tanto superficial, enmarcándolo como la clave para lograr un estilo de vida, una carrera y relaciones exitosas; de hecho, se pueden encontrar una infinidad de artículos sobre la gratitud que van desde publicaciones empresariales hasta psicológicas. Esto, de alguna manera, ha colocado la práctica de la gratitud como algo que pareciera una mera receta que carece de cualquier discernimiento o una reflexión más profunda sobre la importancia fundamental de tener un sentimiento de gratitud en nuestras vidas.
Pero independientemente del marco de referencia, un sentimiento genuino de gratitud puede ser sin duda poderoso. Practicarla puede ayudar a generar una perspectiva de vida más amplia y gratificante, si la vemos como un estado mental que es esencialmente generoso y abierto.
Podemos experimentarla de una manera más auténtica cuando, por ejemplo, conscientemente notamos cómo nuestras vidas dependen de una compleja red tejida por el esfuerzo y consideración de innumerables seres que la hacen posible. Los esfuerzos de otros, poco evidentes a nosotros, están detrás de cada uno de los elementos que sostienen y enriquecen nuestra existencia diaria, desde los alimentos que comemos hasta los actos de bondad de los desconocidos que cruzan nuestros caminos. La gratitud es el reconocimiento de este hecho fundamental y experimentarla cada día puede ciertamente ayudarnos a abrir nuestro estado mental hacia uno más empático y compasivo y, por ello, resultar valioso practicarla.