“Proveer a las mujeres y niñas con oportunidades igualitarias y acceso a la toma de decisiones es una manera de construir una sociedad innovadora y activa. Trabajar juntos, equitativamente, es la única forma de tener sociedades exitosas.”
Tarja Halonen
Cada 8 de marzo podemos ver con más énfasis varias iniciativas que promueven la igualdad entre géneros; en general la voz femenina se levanta en este día en particular. . . Y aun así, múltiples disparidades entre hombres y mujeres existen hoy en día, no sólo en áreas como educación y oportunidades profesionales, sino también en cosas tan básicas como servicios de salud y justicia.
Los datos sugieren una áspera realidad. Por ejemplo, dos tercios de las 796 millones de personas analfabetas en el mundo son mujeres; mientras que las mujeres sólo perciben el 10% del ingreso total mundial, cuando representan dos tercios del trabajo que se hace globalmente. Estas disparidades se acentúan en áreas rurales.
Cifras que pueden resultar sorprendentes cuando podemos ver tantos foros donde expertos discuten y muestran cómo la integración de mujeres en proyectos de desarrollo es esencial para su éxito y cómo las mujeres resultan vitales para lograr cambios económicos, ambientales y sociales significativos.
Entonces, tal vez más que llenar cuotas de integración femenina y seguir discutiendo en foros sobre el tema, parece que necesitamos adoptar un enfoque más progresivo que permita construir desde la base para asegurar oportunidades igualitarias.
Hay notables ejemplos al respecto, uno es el modelo creado por Muhammad Yunus, quien fundó el Banco Grameen en Balgladés para proveer un esquema de microcréditos que permitan detonar un desarrollo económico y social desde la base. La mayoría de los acreditados son mujeres que viven en la pobreza y esto les permite convertirse en su principal motor de desarrollo.
Otro ejemplo es el caso de Finlandia, donde la igualdad de géneros ha sido una innovación social que ha generado renovación social y prosperidad. La inclusión femenina en las decisiones y el diseño de políticas públicas de alto nivel ha detonado acciones clave como proveer con extensos servicios sociales y de cuidado de la salud a las mujeres, lo que ha permitido su acceso a la fuerza laboral remunerada y tener la posibilidad de compartir las labores domésticas con más libertad. La igualdad en el acceso a la educación ha sido sin duda alguna -por mucho tiempo- un principio esencial en este país.
Estos son ejemplos de los que definitivamente podemos aprender como sociedad. Sin embargo, cada uno de nosotros podemos aportar algo a nivel individual desde nuestra vida cotidiana, como estar más conscientes de nuestros comportamientos, demandas y expectativas respecto a las mujeres y los hombres, y de nuestros supuestos inconscientes sobre el tema del género. Deconstruir nuestras estructuras mentales sobre este tema y darnos cuenta del poder de trabajar juntos puede hacer una gran diferencia.
Ayudar de cualquier manera para que se puedan asegurar oportunidades igualitarias es crítico, no sólo independientemente del género, sino también la raza o el estatus social.