Este es un tiempo en el que nos vemos confrontados por una gran variedad de retos. Los escenarios económicos y financieros están evolucionando a un ritmo cada vez más rápido, oscilando de un día al siguiente. Y uno de nuestros principales problemas es que la forma en la que abastecemos nuestras necesidades no parece ser sostenible en el largo plazo; no sólo está causando un daño irreversible al ambiente, sino también una profunda agitación y tensión social.
En el corto plazo, enfrentamos la necesidad de conciliar las demandas de una economía oscilante con la búsqueda del bienestar. En el mediano plazo, uno de los principales retos es procurar la calidad de vida, no sólo aquella que obedezca a nuestros intereses o al de aquellos cercanos a nosotros, sino también el reto de contribuir positivamente a la calidad de vida en general. Y en el largo plazo, necesitamos considerar el impacto de nuestras acciones en las generaciones futuras, nuestra responsabilidad con el ambiente.
En este problema multifactorial, las empresas juegan un rol imperativo dado que son uno de los factores cruciales para que una economía florezca. Sin embargo, la forma en que las empresas son percibidas está teniendo también una rápida evolución; obtener la ganancia a cualquier costo como el principal y único propósito de una empresa ya no es el nombre del juego; las empresas deben verse como generadoras verdaderas de bienestar. Esta forma de concebirlas requiere nuevos esquemas de participación y colaboración de todos aquellos involucrados dentro y fuera de la compañía; esquemas donde no sólo se busquen valores como la transparencia, la sustentabilidad y el compromiso social , sino más bien dónde se necesita una visión más holística de las metas por lograr.
Una visión más holística implica que las empresas tienen la responsabilidad de generar un excedente sano, con una actitud ya integrada que evite ignorar cínicamente el bienestar de aquellos cuyos recursos manipulamos, una actitud que nos haga cuidar de la calidad de vida de todos aquellos involucrados en las actividades del negocio y una actitud que nos ayude a considerar el impacto de nuestras actividades en el planeta. Es una visión que va mucho más allá de cualquier iniciativa amigable con el ambiente o de compromiso social dentro de la empresa.
No es sólo que las empresas se comprometan con trabajo humanitario o ambiental cuando las cosas van bien y cuenten con un excedente generoso o como una manera de promover su propia imagen. Más bien, se trata de integrar en su cultura una visión más comprensiva que permita incluir creativamente todos esos diversos factores en sus esfuerzos diarios, como una parte integral de sus metas. Esto puede resultar un factor crítico cuando las empresas atraviesen tiempos difíciles, ayudándolas a hacerlas más sostenibles en el largo plazo.
Algunos expertos afirman que el factor único que puede integrar una visión más holística es el altruismo, mientras otros aseveran que simplemente es cambiar la forma en que las metas ulteriores de los negocios son concebidas. Para mí, además de esos factores fundamentales, implica trabajar en un nivel individual para hacernos más conscientes de nuestra forma habitual de pensar, de actuar y de tener siempre presente lo interdependiente e interconectado que nuestro bienestar está con el de aquéllos cercanos o los que consideramos lejanos a nosotros.